De la CIDE al GACH: blancos por el mismo rumbo

El país estaba empantanado y había que solucionar una grave emergencia.

Esa fue la razón de que en 1960 el colegiado blanco resolviera crear la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE).

El país estaba fatigado en los esfuerzos de desarrollo y agotado en ideas para impulsar las políticas que entonces demandaba el mundo para salir adelante por un camino diferente al que se había explorado hasta ese momento.

Uruguay necesitaba realizar entonces “un inventario” de los recursos con los que el país contaba, y a partir de entonces proponer estrategias imperiosas para que se pudiera despegar en los siguientes años.

El entonces joven contador Enrique Iglesias quedó al frente de la secretaría ejecutiva de la CIDE y desde su cargo de responsabilidad convocó a lo más granado de la inteligencia nacional para realizar diagnósticos y diseñar nuevos caminos.

En esa experiencia trabajaron personas convocadas por Iglesias sin preguntarle por su divisa, como fueron los casos de Danilo Astori, Luis Faroppa, Alberto Bensión, Germás Rama, Juan Pablo Terra, Alejandro Vegh Villegas, José Claudio Williman y Ricardo Zerbino, entre otros muchos, ninguno reconocido por su condición de blanco precisamente, sino indicado por lo que técnicamente podían aportar al país.

Wilson Ferreira fue uno de sus grandes impulsores y muchas de sus conclusiones dieron cuerpo a la doctrina vertebral del wilsonismo que con él se desarrollaría a partir de 1971.

Cuando la urgencia demandó respuestas, el Partido Nacional convocó a las mejores neuronas para hallar soluciones.

Medio siglo después, otro gobierno blanco toma la responsabilidad de conducir al país y es sabido que a 13 días de iniciada su gestión se declaró la emergencia sanitaria provocada por la pandemia del Coronavirus, que hoy nos mantiene en alerta.

Replicando aquel modelo de convocar a las mejores neuronas del país, el gobierno invitó a prominentes científicos y con vastos equipos de muy heterogénea composición política, se conformó el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) para tener sus recomendaciones en consideración.

La cooperación entre Gobierno y GACH duró 14 meses de fluido relacionamiento, y cuando hubo algún problema, el sentido nacional de los científicos convocados y la opinión de un gobierno siempre preocupado por el Bien Común de los uruguayos, laudó sus dilemas con respeto y consideración para ambos.

Tan óptimo fue el relacionamiento, que permanentemente dejaron al descubierto posturas mezquinas de una izquierda que se juramentó retornar al poder bajo cualquier precio.

Hay que reconocer que en eso la dirigencia más ultra del FA fue coherente: lo que dijeron antes de asumir Luis Lacalle de que le iban a hacer la vida un infierno, lo cumplieron.

Solo golpearon, se quejaron y hasta hicieron psico-terrorismo con tal de cumplir con su resentida meta.

Tras 14 meses de un buen relacionamiento -que no quiere decir estar siempre de acuerdo- el Gobierno y el GACH resolvieron cerrar una etapa en momentos en que las estrategias del combate a la peste comenzó a dar buenos resultados.

Hasta en eso se demuestra como el gobierno hizo bien los deberes encomendados, y le quitó toda razón a los opositores necios que repiten -al mejor estilo de Goebbels-. que tenemos “un gobierno sordo”, como ha dicho al unísono el coro de pedisecuos de la desgracia que forma parte de alguna conducción del FA con mirada corta.

Los Blancos Coronilla no queremos pensar que esa es la idea de toda la dirigencia del FA, porque sabemos que muchos líderes de izquierda han sido arrastrados al silencio por el griterío de la patota frenteamplista.

Ahora el gobierno acordó con los integrantes del cesante GACH, brindarles un justo homenaje por el agradecimiento que le debe toda la ciudadanía.

Es que lo merecen, más allá de cualquier otra consideración, porque fue un ejército de científicos que puso su conocimiento al servicio del país y su gente.

No obstante ello, no han faltado quiénes dijeran que el cierre de la cooperación del GACH fue prematura, pero no sería de extrañar que otros factores hayan incidido para que esto ocurriese.

Uno y principal, seguramente, sea la feroz campaña que se vive dentro del Sindicato Médico de Uruguay (SMU), donde los profesionales de todas las orientaciones se unieron para desplazar de la dirección del gremio médico a la Agrupación Fosalba -funcional al Partido Comunista- un anti-ético ariete del resentimiento que tienen algunos por haber perdido el gobierno, y que la mafia blanca comandada por ya saben quien, fuera echada por la voluntad popular.

Por estos malos uruguayos, los orientales hemos añadido problemas al problema de la pandemia.

Pero lo importante fue la lección que nos dejó todo esto.

Ni el prejuicio de que este gobierno sería “oligárquico” y no escucharía a nadie, ni el griterío terrorista de los que pronosticaron con alegría las peores tragedias para el país, ni el resentimiento de aquellos que se lamentan por haber perdido la chuleta que se manducaban los que se fueron, ha podido contra la voluntad del pueblo.

Y no fue así, porque los buenos orientales ahora dijeron basta al engaño sistemático y militan para quitar argumentos a la patota totalitaria que nos quiere pisotear.

Durante años lo hicieron de manera impune.

Pero ahora se les acabó la fiesta.